lunes, 18 de octubre de 2010

¿La gente no es muy estupida para que una sociedad libre pueda funcionar?

 Sentimos tener que incluir esta pregunta en este tratado de anarquismo, pero sabemos que muchas ideologías políticas asumen explícitamente que la gente común es demasiado estúpida para ser capaz de gestionar sus propias vidas y su sociedad. En todas las ramas de la agenda política capitalista, de la izquierda a la derecha, hay personas que hacen esta afirmación. Ya bien sean leninistas, fabianistas u objetivistas, suponen que solo unos pocos elegidos son inteligentes y creativos y que estas personas deben de gobernar a los demás. Generalmente, este elitismo se oculta detrás de finuras retóricas sobre la "libertad", la "democracia" y otros lugares comúnes con los cuales los ideólogos tratan de adormecer el juicio crítico de la gente diciéndoles lo que ellos quieren oir.

Tampoco sorprende, por supuesto, que aquellos que creen en las élites "naturales" siempre se auto-clasifican en la cumbre. No hemos encontrado aún a ningún "objetivista", por ejemplo, que se considere parte de la gran masa de los de "segunda mano" o que sería un mozo de limpieza en el desconocido "ideal" del capitalismo "real". Cualquiera que lea un texto elitista se considerará a sí mismo parte de los "pocos elegidos". Es "natural en una sociedad elitista considerar las élites como naturales y considerarse uno mismo como un miembro potencial de una de ellas!
Un examen de la historia muestra que hay una ideología elitista básica que ha sido la racionalización esencial de todos los estados y clases dominantes desde su nacimiento al principio de la Edad de Bronce. Esta ideología simplemente cambia de ropa, no de contenido interno básico.
Durante la Alta Edad Media, por ejemplo, estuvo revestida de cristianismo, adaptándose a las necesidades de la jerarquía eclesiástica. El dogma "divinamente revelado" más útil para la élite sacerdotal fue "el pecado original": la idea que los seres humanos son básicamente criaturas depravadas e incompetentes que necesitan ser "dirigidos desde arriba", con sacerdotes como los convenientes y necesarios intermediarios entre los humanos ordinarios y "dios". La idea que la gente normal y corriente es básicamente estúpida e incapaz de gobernarse es la herencia de esta doctrina, una reliquia de la Edad Media.
Para contestar a aquellos que afirman que la mayoría de la gente no son más que "de segunda mano" e incapaces de desarrollar nada fuera de la "conciencia sindical", todo lo que podemos decirles es que es absurdo y que no aguanta ni una revisión superficial de la historia, particularmente lo que se refiere al movimiento obrero. Los poderes creativos de aquellos que luchan por la libertad son a menudo verdaderamente sorprendentes, y si esta potencia intelectual y esta inspiración no es evidente en la sociedad "normal", ello constituye la más clara denuncia posible de los efectos adormecedores de la jerarquía y del conformismo producidos por la autoridad. (Ver también la Sección B.1 para más sobre los efectos de la jerarquía.)
Como indica Bob Black, "Eres lo que haces. Si haces trabajo aburrido, estúpido, monótono, lo mas probable es que acabes siendo aburrido, estúpido y monótono. El trabajo es una explicación mucho mejor de la creciente cretinización que ocurre alrededor de nosotros que esos mecanismos estupefacientes tan señalados como la televisión y la educación. La gente que pasa su vida regimentada, guiada de la escuela al trabajo y enjaulada por la familia primero y el asilo de ancianos al final, esta habituada a la jerarquía y es psicológicamente esclava. Su aptitud para la autonomía está tan atrofiada que su miedo a la libertad es una de sus pocas fobias con fundamento real. Su entrenamiento en la obediencia en el trabajo se lleva a las familias que ellos forman, reproduciendo de esta manera el sistema en formas diferentes, y se lleva a la política, la cultura y todo lo demás. Una vez que has drenado la vitalidad de la gente en el trabajo, probablemente se someterán a la jerarquía y a la especialización en todo. Están acostumbrados a ello." [The Abolition of Work].
Cuando los elitistas tratan de concebir la liberación, solo se les ocurre que ésta sea concedida a los oprimidos por élites benévolas (los leninistas) o estúpidas (los objetivistas). No sorprende pues, que fracase. Unicamente la auto-liberación puede producir una sociedad libre. Los efectos aplastantes y distorsionantes de la autoridad solo pueden ser superados por la auto-actividad. Los escasos ejemplos de tal auto-liberación prueban que la mayoría de la gente, considerada incapaz de ser libre, está muy bien dispuesta a la lucha.
Los que proclaman su "superioridad" a menudo lo hacen por miedo de que su autoridad y su poder sea destruído una vez que la gente se libere de la mano debilitante de la autoridad y llegue a darse cuenta de que, según Max Stirner, "los grandes lo son solo porque estamos de rodillas."
Como apunta Emma Goldman acerca de la igualdad de las mujeres, "los extraordinarios logros de las mujeres en todos los aspectos de la vida han silenciado para siempre la liviana habladuría de la inferioridad femenina. Los que aún se agarran a este fetiche lo hacen porque no odian nada tanto como ver su autoridad bajo reto. Esta es una característica de toda autoridad, ya sea la del patrón sobre el esclavo económico o la del hombre sobre la mujer. Sin embargo, la mujer se escapa de su jaula por doquier, por doquier ella corre adelante con pasos libres, grandes."
Los mismos comentarios pueden aplicarse, por ejemplo, a los muy éxitosos experimentos de auto-gestión obrera durante la Revolución Española. Citando a Rousseau: "cuando veo multitudes de salvajes totalmente desnudos despreciar la voluptuosidad europea y soportar hambre, fuego, la espada y la muerte únicamente para preservar su independencia, pienso que no incumbe a los esclavos razonar sobre la libertad"


Alex Varios 18 10 2010   Doble actu. Me he quedado corto con la anterior. ; )

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